La hijastra de mi vecina me pidió ayuda con su tarea y terminamos compartiendo algo mucho más placentero en mi apartamento.
La pechugona vecina de arriba siempre estaba dispuesta a prestarle azúcar o sal, pero él sabía que lo hacía para llamar su atención.
La colegiala acarició con picardía el rostro de su amante, dejando claro quién llevaba las riendas de aquella noche llena de pasión.
La hijastra tenía una personalidad apretada y desafiante que lo desarmaba por completo.